Un día, casi pierdo mi vuelo porque llegué tarde al aeropuerto. Me desperté tarde porque olvidé poner mi alarma. Cuando vi la hora, salté de la cama y me vestí muy rápido. No desayuné, solo tomé un poco de agua y salí de casa corriendo.

El tráfico estaba muy mal. Había muchos coches en la calle y un accidente en la carretera. Yo miraba el reloj cada cinco minutos. Estaba muy nervioso. Pensaba: “Voy a perder el vuelo, voy a perder el vuelo”.

Cuando llegué al aeropuerto, solo faltaban diez minutos para subir al avión. Corrí por todo el aeropuerto con mi maleta. No sabía exactamente dónde estaba la puerta de embarque. Pregunté a una trabajadora del aeropuerto y ella me ayudó.

Corrí más y llegué justo a tiempo. Estaba sudando y mi corazón latía muy rápido. Pero me senté en mi asiento y respiré profundamente.

Durante el vuelo, pensé en todo lo que pasó. Me sentí un poco tonto por no preparar todo la noche anterior. También pensé que siempre es mejor salir con tiempo, porque muchas cosas pueden salir mal.

Por suerte, el vuelo fue tranquilo. No hubo turbulencia y el personal fue muy amable. Llegué a mi destino feliz, pero también muy cansado. Aprendí que es muy importante ser más organizado y planear bien mis viajes.

Ahora siempre reviso la hora, preparo mi maleta un día antes y salgo con mucho tiempo. No quiero repetir esa experiencia tan estresante.