Había una vez, en un pequeño pueblo, un grupo de amigos que siempre imaginaban cómo sería su vida si hubieran tomado decisiones diferentes. A menudo se reunían en el parque y, mientras compartían un café, charlaban sobre sus vidas y cómo hubieran sido si hubieran seguido otros caminos.

Una tarde de sábado, mientras se encontraban en su lugar habitual, la conversación se centró en sus sueños no cumplidos. Juan, el más soñador del grupo, propuso un juego: “¿Qué tal si imaginamos cómo hubiera sido nuestra vida si hubiéramos cumplido nuestros mayores sueños? ¿Y si hubiéramos seguido nuestras pasiones en lugar de lo que nos decían que era lo “correcto”?”

Todos se miraron y, aunque algo escépticos, decidieron probarlo. Así comenzaron a contar sus historias alternativas. Ana, que siempre había querido ser bailarina, describió cómo hubiera sido su vida si hubiera seguido su pasión por el ballet.

Hubiera viajado por el mundo, actuando en los escenarios más prestigiosos. Si hubiera tomado esa decisión, se hubiera convertido en una bailarina famosa y admirada.

Carlos, un aficionado a la astronomía, contó cómo hubiera sido si hubiera estudiado astrofísica y hubiera trabajado en la NASA. “Si hubiera seguido ese camino, tal vez hubiera descubierto un nuevo planeta o hubiera contribuido al desarrollo de tecnologías para explorar el espacio. Hubiera sido increíble” , dijo emocionado.

Luego fue el turno de Marta. “Si hubiera seguido mi sueño de ser escritora, hubiera publicado varios libros y tal vez hubiera ganado algún premio literario. Además, hubiera podido conocer a mis autores favoritos y asistir a ferias del libro por todo el mundo”.

Después de que todos hubieran contado sus historias, se dieron cuenta de que, a pesar de no haber seguido esos caminos, todavía podían perseguir sus sueños y pasiones en su tiempo libre. Se prometieron que hubieran hecho lo que hubieran hecho, siempre se apoyarían mutuamente.